domingo, 5 de abril de 2020

Los ojos y los árboles


Salgo a la calle con decisión y guantes azules. Me dirijo al supermercado. No me cruzo con nadie pero siento que me vigilan. No me refiero tan solo a las personas que permanecen en ventanas y balcones observándome caminar mientras se preguntan a dónde irá ese pánfilo, sino también a los árboles que, de manera natural, dibujan ojos en su corteza mientras crecen en mitad de la ciudad. Camino pensando en esos símbolos que me brinda la Madre Naturaleza hasta que entro en el supermercado y, al adentrarme en el pasillo del papel higiénico, producto fabricado habitualmente a partir de fibras vegetales extraídas de los árboles, recuerdo aquella cita de Jung que tanto me gusta: “Ningún árbol puede crecer hasta el cielo sin que sus raíces alcancen el infierno”.


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