Retrato de Javier Corcobado
(acrílico sobre papel, 30 x 21 cm, abril 2010,
Una de las primeras personas que visitó mi actual exposición en la coruñesa Librería Arenas, fue Javier Corcobado.
Hace muchos años que sigo el trabajo de este cantante, músico y poeta madrileño. Me compré sus primeros discos en formato de vinilo a los 18 años. La primera vez que le vi en directo fue un 13 de abril de 1996, hace ya 14 años, cuando yo tenía 20, en el Bar Oh! de La Coruña. Fue aquel un concierto muy intenso, que tanto Corcobado como gente de su banda recuerdan todavía hoy con emoción. Después de ver aquel primer concierto suyo, la vida ha querido que nuestros caminos se cruzasen. Él vivió en mi ciudad natal durante dos años, creo que entre 1999 y 2000. Le conocí fugazmente una noche, me lo presentaron en la puerta del desaparecido Bar Crápula. Y hace unos meses, diez años después, cuando me dirigía yo a la presentación de su libro de poemas Cartas a una revista pornográfica viuda en la Librería Elkar de Bilbao, tras enterarme de que los dos vivimos actualmente en esta ciudad, entré en un bar para hacer tiempo y allí, en la barra, le encontré de nuevo. Me presenté y le invité entonces a colaborar en El Libro del Voyeur. Accedió encantado y se convirtió en ese instante en el autor número 69, el número definitivo para dar por cerrado el libro.
Esta vez ha coincidido que Javier Corcobado estaba de gira por Galicia y, dos días antes de mi inauguración, dio un concierto formidable en la Sala Filomatic de La Coruña.
Me había dicho, a través de un e-mail, que le llamase por teléfono ese día, que le gustaría ver mi exposición. Así lo hice, le llamé y quedé con él a eso de las cuatro en la calle Olmos, en un restaurante llamado Mesón Paredes. Allí sorprendí a Corcobado, su banda y su manager en los postres, tomando tarta de Santiago, queso con membrillo y chupitos varios. Yo tomé un orujo de hierbas. Javier Corcobado pidió por un lado un café solo y, por otro, anís con hielo hasta la mitad de un vaso de tubo. Después vacío el café en el vaso de anís, mezclando así las dos cosas. Entonces entendí mejor su maravillosa canción Caballitos de Anís. Tras los chupitos del Mesón Paredes, una vez en la calle, la banda se fue a descansar al hotel (entre ellos Fino Oyonarte, mítico bajísta de Los Enemigos, o Susana Cáncer, habitual de la banda de Corcobado) y Javier y yo nos encaminamos hacia la Librería Arenas. Él, que durante dos años vivió en La Coruña y se dedicó a fotografiar la ciudad para un proyecto de libro que nunca vio la luz, caminaba mirándolo todo y evocando momentos que había vivido por esas calles. No tardamos en llegar a la exposición. La verdad es que me hizo mucha ilusión que Javier Corcobado la visitase; además, por lo que dijo, parece que le encantaron mis últimas pinturas y dibujos. Tras ver la exposición le acompañé hasta su hotel y nos despedimos hasta la noche, hasta su concierto en la Sala Filomátic. Y allí nos juntamos muchos fans coruñeses de Corcobado, entre ellos amigos y artistas como Branda, Iago Alvite, mi hermano David, Pedro Granell, María, Samuel, Vanesa Abelairas, Rogelio Fernández, José Luis Ducid… Al terminar saludamos y felicitamos a Corcobado por su magnífico concierto. Salimos de allí más que satisfechos camino del bar Patachim. Y allí nos encontramos de nuevo con él. Y resulta que muchos de los que ese día fuimos a su concierto, habíamos estado hace 14 años en el mítico concierto que diera en el Bar Oh! Pero aquel era un bar muy pequeño, recordaba Corcobado, y le parecía imposible que tantas personas dijesen haber vivido aquello.
Al día siguiente, busqué en casa de mis padres una vieja caja de cartón. Sabía que allí podría estar la entrada de aquel mítico concierto de hace 14 años en el Bar Oh!, sabía que en algún sobre había guardado yo muchas entradas de aquella época. No tardé en encontrarla, allí estaba, con un ojo estampado en el papel, mirándome, como si del ojo de algún voyeur se tratase.
Retrato de Javier Corcobado
(acrílico sobre lienzo, 30 x 21 cm, abril 2010,