Retrato de Nacho Vegas para el índice de El libro del voyeur
El clásico café bilbaíno llamado La Granja, fue el lugar que elegí para quedar ayer con el escritor Jon Bilbao. Le había propuesto días antes intercambiar nuestros libros (he oído que en el mundillo literario hay gente que hace estas cosas e incluso cosas peores). A Jon le pareció una idea estupenda, así que yo aparecí con El libro del voyeur y él me llevó Bajo el influjo del cometa, su nuevo libro de relatos. Hace algún tiempo leí Como una historia de terror, su anterior libro, y me gustó muchísimo. Ahora que lo tengo a mano, me están entrando unas ganas tremendas de empezar a devorar Bajo el influjo del cometa (Salto de página, 2010). Así que pronto habrá que hincarle el ojo.
Después llegó Ainara, y Jon Bilbao se fue, y nos dirigimos entonces al concierto acústico que daba Nacho Vegas en el Kafé Antzokia.
Comenzó tocando una canción nueva llamada La gran broma final, que dicen que formará parte de su próximo disco. A continuación vinieron Días extraños, Nuevos planes idénticas estrategias, Miss Carrusell, Crujidos, después una canción nueva que en el estribillo decía algo así como Cosas que no hay que contar, Dry Martini S.A., La Plaza de la Soledad, Perdimos el control, y, en los bises, una versión de El extranjero de Leonard Cohen tocada tan sólo por Nacho, y para finalizar, de nuevo con toda la banda, El hombre que casi conoció a Michi Panero. El grupo sonó bien, y canciones como Perdimos el control en versión acústica quedan de maravilla. Nacho estuvo de lo más parlanchín y alegre, entre canción y canción soltaba alguna parrafada un tanto ininteligible, ya que se le trababa la lengua y no dejaba de dar lingotazos a una botella de JB, pero al cantar todo eso no se notaba demasiado, vocalizaba y se le entendía. En mitad de Dry Martini se le olvidó la letra y al empezar a cantar la canción de Michi Panero tuvo que parar y volver a comenzar. A parte de estos detalles, que hacían pensar que no se encontraba precisamente sobrio, el concierto tuvo buenos momentos y entre los miembros de la banda se vio mucho cachondeo, aunque el de hace un año en el mismo local, estuvo muy por encima, a años luz, de este que resulto bastante irregular.
Al terminar, tal y como me había sugerido días antes Nacho a través de un email, me acerqué a los camerinos y le lleve unos ejemplares de El libro del voyeur, libro en el que colabora con un texto muy chulo. Nunca antes había estado yo en los camerinos de lugar alguno. Había una docena de chicas revoloteando por allí, la mayoría alrededor de Nacho, pidiéndole autógrafos. Otras charlando con algún otro miembro de la banda. Al ver que Nacho estaba tan asediado, decidí hacer tiempo para ver si así podía darle con tranquilidad los ejemplares unos minutos después. Me acerqué a Abraham Boba, me presenté y estuvimos charlando un poco. Me dijo que había visto cosas mías en Internet y le habían gustado. Yo le comenté que me encanta su disco La Educación, que lo he escuchado un millón de veces. Poco después vi que Nacho estaba algo más libre, que había por lo menos cierto espacio para acercarse a él. Así que me aproximé, le saludé y se alegró de verme. Le di los libros, los ojeó, y se sorprendió de lo preciosa que ha quedado la edición. Charlamos un poco con tranquilidad, sin nadie a nuestro alrededor hasta que se acercó una chica pidiéndole a Nacho que le firmase su libro Política de hechos consumados, la edición que tiene ilustraciones mías. Yo le dije a la chica que no estaban mal los dibujos del libro, ella respondió que sí, que los había realizado Pablo Gallo. Puse cara de no saber quien era Pablo Gallo y Nacho río con complicidad y le dijo a la chica que le firmaría el libro si Pablo Gallo también se lo firmaba. Ella preguntó extrañada si Pablo Gallo andaba por allí mientras miraba hacía el fondo del camerino buscándolo entre distintas personas. Entonces Nacho me señaló y le dijo que era yo, ella se sorprendió y me hizo alguna pregunta sobre los dibujos. Después le firmamos el libro, nos dio dos besos a cada uno y desapareció la mar de contenta con sus autógrafos.
Dijo llamarse Beatriz. De momento es la única persona en el mundo que tiene un ejemplar de ese libro firmado por los dos.