“Manual de ruleta rusa”, de Pablo Gallo
Este es un viaje en tres niveles. Tres capas que, superpuestas, degustadas por separado o uniendo cada uno de sus detalles, encierran uno de los libros más interesantes que he tenido el placer de leer. Porque como en cualquier obra de arte hay tres espacios que analizar – obra, autor y público -, en Manual de ruleta rusa sus niveles se complementan y construyen una experiencia que no será la misma de haber una nueva lectura. El instante, el contexto, las palabras y las ilustraciones, hacen acopio de fuerza y convierten al lector en un observador de muertes pero no desde una posición pasiva, sino desde quien al mirar se convierte en parte del escenario y de la acción de un texto que, disparando como si de una pistola recién cargada se tratase, agujerea más de uno de nuestros sentidos. No será, por tanto, quizás una lectura sencilla, o si se me permite la expresión, típica. Porque en esa diferencia, en ese detalle minúsculo al que podemos atender en cada una de las pisadas que nos ofrece Pablo Gallo, es donde este libro eleva el nivel de entusiasmo de este redactor que ha mantenido el silencio tras la lectura y ha querido investigar aquello que rodea a todo este suicidio colectivo al corro de una ruleta rusa que está dispuesta a segar alguna que otra vida.
Pero decía que este es un viaje en tres niveles. El primero de todos ellos, es el ineludible prólogo de Grace Morales, que no sólo hipnotiza sino que sirve como introducción perfecta para el mundo al que estamos a punto de entrar. Y ahí, como en esa espera que llega de lejos de la que habla el texto, nos encontramos con Pablo Gallo hablándonos de su experiencia, de los por qués y algún que otro interrogante, mientras vamos enumerando la Historia – esta vez con mayúscula, se lo merece – de un concepto que todos hemos escuchado o leído, pero que permanece en algunas sombras: la ruleta rusa, ese juego donde la vida y la muerte beben en la misma mesa y de la que al final sólo una saldrá ganadora.
Me dispongo a trazar un mapa suicida. El lugar del que parto es en realidad el nombre de un escritor pulp: George Surdez. (pag. 32)
Pero ese será sólo el primer nombre de todos los que aparecerán en el segundo de los niveles. Aquí nos detendremos en un pequeño museo de los horrores donde suicidas inmolaron sus ilusiones a golpe de bala. Y es que este Manual de ruleta rusa es una colección de historias, de biografías truncadas, alimentadas cada una de ellas por una pequeña obra de arte que Pablo Gallo ha creado para acompañarlas. Texto e imagen, una combinación que nos deja boquiabiertos, un deseo de codicia al observar, en un camino por los sonidos de las balas que acabaron perdidas en su trazado por la cabeza de personas que lo perdieron todo o que, simplemente, se perdieron ellos. Y así, tras el ilustre viaje por los suicidas, llegamos al tercer nivel, a uno de los mejores textos que he leído en mucho tiempo. Pablo Gallo habla del “suicidio cuántico”, de la una posible ficción que le llevó a escribir este libro, pero también de lo que éste, cual arma cargada, cual objeto con posible capacidad de eliminar vidas, llega un momento en el que, al terminar, al acabar, al llegar a ese punto y final que algunos no queremos que llegue, se arranca la vida tras nuestro paso por él.
¿Seremos, por tanto, meros observadores o formamos parte de este suicidio? ¿Quién lo decide? ¿Será que, al final, sólo podremos descubrirlo cuando hayamos terminado un libro, o por el contrario, empezamos a entenderlo nada más abrirlo? En cualquier caso, la experiencia que nos sostiene gracias a Manual de ruleta rusa es la de habernos encontrado, ahora sí, algo que merece realmente la pena leer – y observar -.
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