El Café Borrazás durante el Festival de Cortos Minuteros
Este martes 28 de diciembre, día de los santos inocentes, tuvo lugar el 2º Festival de Cortos Minuteros. Tuvo lugar en el Borrazás, mítico y céntrico café coruñés, de esos cafés de otra época que prácticamente han sido borrados del mapa, café que ofrece además últimamente cierta oferta cultural muy interesante, con presentaciones de libros, conciertos, proyección de videos... El festival comenzaba a las diez de la noche. Tres horas antes, a eso de las siete de la tarde, había unas diez personas en el local, entre ellas varias de las que organizamos el evento atando los últimos cabos. Fue entonces cuando entraron en el café una docena de agentes de la policía nacional, ordenando apagar la música y diciéndonos a los diez clientes que pusiésemos las manos sobre las mesas y que no nos moviésemos. Nos pidieron la documentación y la comprobaron. Después, uno a uno, obligaron a cada cliente a entrar al cuarto de baño, donde dos policías esperaban ansiosos para cachearnos de arriba abajo, incluyendo en el cacheo un desagradable y exhaustivo tocamiento de los genitales. Para quien nunca haya vivido esta experiencia, decir que cuando te tocan los huevos de manera literal y sin que te apetezca que te los toquen, hacen que te sientas vejado, impotente (nunca mejor dicho), con un mal cuerpo y una mala leche de aquí a Groenlandia. No es agradable que te anden tocando los huevos sin nisiquiera pronunciar unas palabras cariñosas, deberían enseñar esto en las comisarías, hacer algún cursillo sobre cortejo y piropos antes de andar tocando los huevos sin ton ni son. La policía debería servir al ciudadano y estos abusos policiales están ocurriendo con demasiada frecuencia en Coruña. Hace quince días ya hicieron lo mismo en el Café Borrazás. Hace cosa de un mes ocurrió en el bar Patachim, donde ha sucedido ya otras veces (para ver la noticia pinchar AQUÍ). Lo que incautaron este martes fue un porro y un par de chinas de hachís: otra redada estúpida y desproporcionada. Durante los tres cuartos de hora que estuvieron en el café, no dejaron salir ni entrar a nadie del local. Por otra parte, la docena de policías que estuvieron en el Café Borrazás no parecían muy inteligentes. Varios de ellos utilizaron una enorme linterna que pasaba de mano en mano, como si fuese un enorme símbolo fálico, para mirar bajo las mesas y bancos por si alguien hubiese tirado allí un alijo de drogas. Finalmente olvidaron la enorme linterna sobre la barra del bar. Lo dicho, no parecían muy inteligentes, pero supongo que no hace falta demasiada inteligencia para desempeñar un trabajo que consiste en andar tocando los huevos a ciudadanos que no han cometido acto delictivo alguno; y claro, todo esto sin pedir luego disculpas ni dar la menor explicación por el ultraje llevado a cabo. Estas cosas hacen que, para muchos, cada vez sean mayores las dudas sobre como funciona este sistema en el que vivimos y que cada vez se resquebraja más.
Ya lo cantaba muy bien el grupo Eskorbuto: mucha policía poca diversión.
Ya lo cantaba muy bien el grupo Eskorbuto: mucha policía poca diversión.
Interior del café Borrazás
linterna policial