Hace unos días me llevé una alegría enorme. Casi veinte años después, habiéndolos olvidado por completo, encontré algunos dibujos del 28 de diciembre de 1995. Primer viaje lisérgico. Viaje iniciático de una intensidad inefable. Cuatro amigos de veinte años que, perdidos en los montes y bosques de Friol, nos transformamos en poco tiempo en Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis Cósmico. Salimos de la casa por la mañana y echamos a andar sin rumbo. Una luz cegadora comenzó a arder en nuestro interior mientras creíamos caminar en círculos. Dejamos atrás un sinfín de senderos que se dilataban y se contraían y se bifurcaban una y otra vez como torbellinos espaciotemporales de naturaleza desbocada. Hasta que llegamos a la cima de aquellas descomunales rocas sagradas. Entonces lo comprendimos Todo y Todo cuanto nos rodeaba nos comprendió a nosotros. Al atardecer regresamos a la casa como deidades rotas que hubiesen peleado durante años contra cientos de dragones. Todavía con perpetuas visiones elásticas y una inverosímil música demente recorriendo nuestras venas, nos pusimos a dibujar. A mí se me ocurrió plasmar lo que había ocurrido durante el día y aquello se convirtió en una tarea disparatada de la que nació este parco dibujo que, ahora, casi veinte años después, acabo de enmarcar y colgar en un lugar privilegiado del lugar en el que vivo.
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