sábado, 11 de octubre de 2025

Un retrato y un adiós


Me he enterado, a través de Alberto Lodeiros, de que ha muerto Caamaño, mítico personaje de la escena underground y rockera coruñésa, y le he hecho un retrato a modo de homenaje. Le había retratado ya alguna vez cuando, hace mil años, nos encontrábamos a veces en el local de ensayo que tenía en su casa Emilio (Lascivos). Siempre me llevé bien con Caamaño. En una ocasión me compró un dibujo; me lo pagó a plazos pero cumplió. Tiempo después me confesó, apenado, que lo había tenido que vender para pagarse los vicios. Me alegró pensar que seguramente sacó bastante más de lo que me había pagado a mí. Me acuerdo de su voz pausada, arrastrando la R, y sus ojillos chispeantes y la eterna pregunta que soltaba tras saludarte: ¿Tienes una truja? A lo que yo siempre respondía que sí. Cuando me fui a vivir a Bilbao, en 2005, le perdí la pista. Creo que la última vez que le vi fue hace 15 años, en un concierto que dio Corcobado en la Sala Filomatic. En aquella ocasión, después de darnos un abrazo, también me preguntó si tenía una truja, pero entonces yo llevaba ya 5 años sin fumar y tuve que decirle que no, que lo había dejado. Después escuché que había pasado una temporada en la cárcel, y ya no volvimos a encontrarnos. Recuerdo que una vez me contó que cuando iba de tripi leía mensajes en las matrículas de los coches, aparecían palabras en vez de números. Lo que me hizo pensar en aquella idea de Percy Shelley: que el mundo está hecho de fragmentos de un larguísimo poema destruido que tenemos que organizar con los restos que nos quedan.

 

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