martes, 21 de diciembre de 2010

breve historia de un tatuaje (1 y 2)

 
Dibujo que realicé para el libro de Nacho Vegas Política de hechos consumados (Limbo Starr, 2009)

1. Recibo un mensaje de R. No conozco a R personalmente. R vive en Toledo. R tiene veintiséis años. R me cuenta que descubrió mi trabajo a través de Política de hechos consumados, el libro de Nacho Vegas ilustrado por mí. También me cuenta R que, no hace mucho, se ha tatuado uno de mis dibujos en su pecho. Me dice que es la ilustración que aparece en la página 84 del libro de Nacho; se trata de un gran corazón del que brotan ortigas y un par de venas que confluyen en dos muchachos invertidos. El dibujo ilustra un relato titulado Ortigas en el que pueden leerse cosas como El misterio no desaparece pero muta en otros misterios que te golpean en la cara como bofetones de realidad: una casa, un hogar, padres invulnerables, coger el coche, tomar el vermouth, sábados de televisión, domingos comiendo en pijama.
Me hace gracia todo este asunto del tatuaje. Respondo a R diciéndole que ahora tendré que cobrarle los derechos de autor correspondientes. También le pido que me envíe una foto de su pecho. Tengo curiosidad por ver el resultado. Me encanta la idea de que alguien lleve tatuado uno de mis dibujos en su cuerpo, un dibujo que en realidad no fue realizado pensando en eso. No creo que exista un halago mejor.


2. R me ha mandado la fotografía de su tatuaje. R me explica que, cuando se lo hicieron, pidió ciertas modificaciones con respecto a mi dibujo; que no aparecen las ortigas y que una de las venas se dirige a la cabeza de uno de los muchachos y la otra a la entrepierna del otro. Me dice R que se le ocurrió esta modificación para recordarse, cada vez que viese el tatuaje, que debe pensar más con el corazón y menos con la cabeza o bragueta. Me gusta el resultado. Es la primera vez que veo uno de mis dibujos convertido en tatuaje. Yo no soy de tatuajes. No tengo ninguno. Me gusta verlos en la piel de otras personas pero creo que nunca me haría un tatuaje. Paso demasiado tiempo dibujando, con mis ojos centrados en líneas y más líneas, y pienso que no me gustaría seguir viendo dibujos en mi piel cuando levantase la mirada del papel y la tinta. Me gusta ver un tatuaje en la piel de otra persona cuando refleja la personalidad de quien lo lleva.  No me gustan los tatuajes tribales, por ejemplo. Me parecen todos iguales y cutres. Supongo que también reflejan la personalidad de quien los lleva. Si me hiciese un tatuaje, creo que me haría un grabado de Durero. O uno de Goya. O uno de Escher. O hasta un dibujo de Robert Crumb en medio de mi antebrazo. Lo dicho, no creo que exista un halago mejor.



4 comentarios:

Lara dijo...

Pues no, yo tampoco lo creo...

¡Me ha impresionado!

Besos

Pablo Gallo dijo...

Lara, al principio impresiona, un poco, pero luego uno piensa que le gustaría ver a más gente con tatuajes así.
Besos!

Anónimo dijo...

Habrá que ver cuáles envejecen mejor: los de la piel de R, los tintados en papel Canson?, los publicados en papel couché, los delineados en la memoria.

Para ser un tatuaje, es lindo.

gallo ambulante dijo...

Me gusta boy a contemplar ponder lo en mi Pecho pero con las ortigas